¡Brindemos POETAS! ¡Por la POESÍA, salud!

Montevideo, URUGUAY. 2008

martes, 15 de octubre de 2013

TRES LIBROS TRES


Queridos amigos, colegas, lectores
les presento no uno, ni dos, sino tres libros:




Lunes 11 de NOVIEMBRE de 2013 - 19 horas
British Arts Centre - Suipacha 1333
Ciudad de Buenos Aires

lunes, 2 de julio de 2012

Del anonimato a la fama, ida y vuelta

 
                    número 538      mayo de 2012              
TODO ES HISTORIA
Los 45
por María Sáenz Quesada
          Hogar de historiadores
por Gregorio Caro Figueroa
     Quinientos treinta y ocho meses en su kiosco
por Eliana de Arrascaeta
         Recuerdos de un porteño colaborador
por Horacio J. Spinetto
 Suplemento Educativo: Quiera el pueblo votar
por Gabriel A. Ribas
       Walter Owen, traductor del Martín Fierro
por Andrew Graham-Yooll 
Juana Azurduy, la flor del Alto Perú
  por Berta Catalina Wexler


Walter Owen, traductor del Martín Fierro

El Martín Fierro fue publicado en China en 1984. Fue traducido al mandarín por Zhao Zhenjiang, de la Universidad de Beijing, y la primera edición fue presentada al ex presidente Raúl Alfonsín durante su visita a China.  Zhao Zhenjiang visito Buenos Aires el 6 de noviembre de 2011, cuando el diario Clarín (15 de noviembre, pag. 31) lo festejó en una entrevista. Estaba justificado, claro, pero a la vez hacía olvidar cada vez más a Walter Owen (1884-1953), escocés, poeta, místico y comerciante. Owen fue el primer traductor del Martín Fierro al inglés, publicado en Londres y Nueva York en 1935, si bien tiene derecho a ser recordado también por su propia poesía y novelas.
Si se “googlea” a Owen se llegará a la Guía de la Ficción Sobrenatural.  Pero no  hay mucho más. Lo mejor y relativamente reciente sobre Owen se hallará en un artículo del académico escocés John Walker, en el Buenos Aires Herald (6 de agosto de 1977) y, más extenso, un ensayo de Walker también, en el Latin American Literary Review (vol. III Nº 5, 1974).  Este último texto gira en torno de Owen y el arte de la traducción de poesía, un retrato del hombre, su obra y sus teorías literarias. La biografía escrita por la baronesa Charlotte de Hartingh, Servitor on an Outer Plane, publicada por el fenecido Instituto Cultural Walter Owen, en Buenos Aires en 1966, es hoy difícil de hallar.
Walter Hubbard Owen nació el 14 de julio de 1884, en Glasgow, de madre escocesa y padre de origen galés. En la adolescencia recibió formación en asuntos marítimos en Glasgow y en Buenos Aires era conocido como experto en despachos aduaneros. Owen vivió en Buenos Aires casi toda su vida, sus viajes más distantes, aparte de tres visitas a Inglaterra y Francia, eran al Tigre, donde remaba en compañía de un grupo de fieles amigos. Su obra publicada incluye cuatro volúmenes de poesía en inglés (con el seudónimo afrancesado de Gauthier de St. Ouen o G.S.O.): Amor Viri (1912), 50 sonetos; Aurora (1913), que incluye Canción Cósmica (1910), poema dedicado a su amigo y pionero de la aviación Jorge Newbery; Sonetos de soldados y otras poesías (1918); y Sonetos de G.S.O., publicado en los años treinta. Pero su obra mayor, y por la que es recordado, cuando se lo recuerda, son los ocho volúmenes de traducciones al inglés de poemas épicos e historias de los clásicos en castellano.  A estas llamó sus “transvernacularisaciones” (no quería llamarlas traducciones). Su Martín Fierro, de José Hernández (1834-1886), publicado en edición limitada por Blackwell, en Inglaterra en 1935, y poco después en tirada comercial en EEUU, es su obra más conocida y celebrada. A esto siguió El Fausto (1886) de Estanislao del Campo (1834-1880) en 1943, que se considera obra menor en comparación con el Fierro.  Luego vino Don Juan Tenorio (1844) del español José Zorrilla y Moral (1817-1893); la épica chilena La Araucana del español Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594) y el poema nacional uruguayo Tabaré, también en 1943, de Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931), editado en inglés por la Unesco en 1956. El poema histórico de Martín del Barco Centenera (1535-1602), La Argentina” y la conquista del río de la Plata (1602), fue publicado post mortem en 1965 por el Instituto Cultural Walter Owen, con la edición y prólogo de Patrick Dudgeon. Finalmente vinieron las versiones en inglés del clásico chileno Arauco Domado, de Pedro de Oña (1570-1643), que Owen completó en su cama en el Hospital Británico cinco semanas antes de su muerte; y la narrativa de la expedición de Sir Francis Drake, de Juan de Castellanos (1522-1607), que se publicó por primera vez en castellano en 1921.
Las últimas tres “transvernacularizaciones” fueron completadas por Owen en su lecho en el hospital, al que ingresó el 13 de diciembre de 1949, lugar de donde nunca salió hasta su muerte. Los dos últimos libros en versión inglesa no fueron publicados. Toda su obra de traducción se remitió siempre a la primera, el Martín Fierro.  De ese texto en inglés escribió, “Una traducción, especialmente en verso, para tener valor literario debe poder leerse como un original. La claridad y facilidad son esenciales y valen su adquisición aun al costo de sacrificar en algún grado  la precisión verbal… Una nota en falso, una imagen desconocida, una similitud forzada, la traducción de una metáfora muerta para que parezca viva… una referencia que parece comprensible en el original (pero) que pasa a ser difícil para el lector, cualquiera de estas situaciones pueden resultar de una adhesión demasiado fiel al texto original…” (citado en John Walker, Latin American Literary Review).
Para la “transvernacularización” del Martín Fierro, Owen desarrolló cierto grado de ceremonia. Durante algunos días ocupó aposentos en el hotel cercano a la Plaza de Mayo donde se decía que José Hernández había escrito su obra máxima (Owen también alquiló una pieza en Bolivar 609, donde residió un tiempo el autor de Tabaré). Pero la ceremonia del Martín Fierro sería instalada en la labor de Owen durante años. Con sus propias manos y herramientas construyó una rústica mesa escritorio y silla en las cuales trabajaría (se hallan en el Museo Güiraldes de San Antonio de Areco). Dejaba de lado su traje diurno y vestía una sotana de monje. Escribía a la luz de unas velas, y redactaba con pluma de ganso. Era observado en forma permanente por su gato “Dusky” sentado en la mesa cada noche.  En los márgenes de las hojas originales de su traducción Owen anotaba recordatorios de compras para el día siguiente: “hígado para Dusky, 2 pqts. Players (cigarrillos), Pinot blanco.”  El Pinot aparecía con cierta regularidad. El gato Dusky fue hallado muerto el 20 de mayo de 1933, día siguiente a la culminación de la traducción, incidente para el cual el supersticioso Owen buscó significado místico. La intensidad de su trabajo era notable. Concurría al centro porteño a la agencia donde siempre fue muy respetado, tanto por su eficiencia como por su hermetismo; los fines de semana eran para el descanso, muchas veces en Tigre, y traducía hasta altas horas de la noche. ¿Cuándo dormía? Difícil saber.  El ritmo diario (o nocturno) de su traducción era registrado en horas y minutos en la escala del “laborometro” que inventó para el caso.  Sus apuntes marginales describen su estilo, parte de los cuales son válidos como guía para traductores actuales. “…he intentado presentar al lector inglés una versión (de la épica) que se lea como el original de un poema en inglés, con el sabor del idioma y los dichos de su tiempo, libre de un estilo almidonado y un aire que  no fuera el inglés que hacen molestas a algunas traducciones de la poesía en idiomas extranjeros para las mentes que aprecian las bellezas de nuestra lengua materna.  Es obvio que si se va a alcanzar este objetivo la fidelidad textual debe quedar subordinada a la claridad, facilidad, ritmo, armonía y tono y otros elementos de estilo. Estamos interponiendo nuestra propia conciencia entre lo conceptual y lo lingüístico (…) y reescribiendo su poema como si lo hubiera creado en inglés…” (citado de Charlotte de Hartingh, página 186).
Durante semanas después de la publicación en inglés del Martín Fierro y la llegada de ejemplares a Buenos Aires en 1935, Owen conoció la fama. La  gente lo buscaba al mediodía en donde almorzaba y he hacía firmar ejemplares o, a falta del libro, un pedazo de papel o una servilleta. No hay registro de presentación si bien los dos periódicos en idioma inglés (The Standard y The Buenos Aires Herald) ponderaron la edición de la versión en inglés.  Las traducciones de Owen estaban dirigidas, según él, a “crear un puente de comprensión entre los pueblos” del mundo, descripción que dio reiteradamente en su correspondencia a los amigos que lo respaldaron.  Entre ellos, el principal mecenas y auspiciante fue el ex embajador británico, Sir Eugen Millington-Drake  (1889-1972), quien influyó en la decisión del editor en Londres (diplomático conocido en Buenos Aires por sus conferencias sobre la batalla del Río de la Plata en 1939, que terminó con el hundimiento del destructor alemán Graf Spee, y por haber apoyado de su bolsillo los inicios de la aerolínea Pluna, en Montevideo).  Millington-Drake describió el Martín Fierro en inglés como una obra, “parecida a una balada escocesa, por su velocidad y romance”.  Entre quienes lo apoyaron en Buenos Aires estaba Courtenay Luck, el místico y vidente más conocido en la colectividad de habla inglesa, y los hermanos Luis y Juan Alejandro de Marval.
Owen escribió un tratado histórico filosófico, The Ordeal of Christendom/La ordalía del cristianismo, que publicó el sello inglés Grant Richards en 1938, y donde trasunta sus preocupaciones religiosas. Allí afirma que “Cristo es el único factor evolutivo de la conciencia”. Escribió dos novelas.  Su reconocimiento como  autor de lo sobrenatural se apoyo en estos dos textos.
De estos su ficción más importante es, como en su traducción, su primer trabajo, The Cross of Carl/La cruz de Carlos (también editado por Grant Richards, en 1931), obra que redactó en una sola noche de 1917. Acababa de salir de la primera, y prolongada internación por una dolencia abdominal.  El libro fue aceptado por el editor al año siguiente, pero fue prohibido por la censura británica de posguerra.  Se lo consideraba un texto brutal, surrealista y profundamente anti bélica, demasiado dura para circular justo al terminar la primera guerra mundial. Así fue como llegó a ser publicada en Londres en 1931, y en Boston por Little, Brown & Co., en el mismo año.  Fue descripto el libro como una fantasía rítmica en prosa.
El “Carlos” del título es un soldado de infantería en las trincheras de la primera guerra que, tomado por muerto, es subido al montón y enviado a un depósito que hoy llamaríamos de reciclaje.  La Cruz de Carlos fue inspirado por cierta propaganda anti alemana en la prensa y lo que el autor describe como una “bilocación de personalidad” precipitado por fuertes dosis de opio, si bien influido por sus profundas creencias místicas.  Su biógrafa, Charlotte de Hartingh, dice que Owen, “desarrolló un intenso interés por el efecto de las drogas en las facultades creativas”. Con cierta cautela, la autora agrega, “no fue de modo alguno el primer hombre de letras fascinado por el resultado de ese consumo… (Owen) ha dejado una detallada descripción de sus impresiones bajo el efecto del opio…” La nacionalidad de Carlos nunca queda clara (si bien se infiere que es alemán por algunas de las escenas que describe) por lo tanto la Cruz del título no se sabe si es la de Hierro (alemana), la de Victoria (inglesa) o la cristiana, o todas. La respetada publicación literaria londinense, Times Literary Supplement, tituló su crónica del 16 de julio de 1931, “Una alegoría de guerra”, diciendo que el libro, “devuelve los aspectos más sombríos de la sicología de guerra; es una descripción de leyendas de las ‘fábricas de cadáveres’ – una descripción insufriblemente horrenda. ‘Sepultura’ es la narración de cómo el falleciente Carlos cava su propia tumba… ‘Resurrección’ cierra la alegoría en una nota de triunfo místico. Es la crónica de lo que el autor mismo describe como ‘proceso patológico anormal’ inducido por las perturbaciones síquicas de la Guerra (y que) se ofrecen en la suposición que la experiencia quizás prevea alguna forma de desarrollo colectivo en la humanidad.” Era previsión, por cierto, de algo horrendo como lo que fue el Holocausto nazi de la Segunda Guerra mundial.
La otra ficción de Owen fue More Things in Heaven/Más cosas en el cielo (posiblemente tomado de Horacio: “Hay más cosas en el cielo.”) en donde el narrador (Owen) y un adepto místico, Merlín Alaska, investigan un caso de Combustión Humana Espontánea.  Fue editado por el sello Andrew Dakers en Londres, en 1947. La pista, que se descubre en antiguos documentos, manuscritos y crónicas de viajeros, conduce al hallazgo de una maldición zoroastra de dos mil años contra todos los descendientes de Alejandro Magno. Bastante moderno, si se recurre, por ejemplo a Umberto Eco, El nombre de la rosa.
Muchos de sus poemas, artículos y cuentos cortos quedaron esparcidos, publicados en forma individual por el diario The Standard, en pequeños periódicos y panfletos en ediciones del autor.  Todo apareció firmado con el seudónimo completo o las siglas G.S.O. para “¡no provocar un escándalo en los círculos empresarios de Buenos Aires al enterarse sus integrantes que Owen escribía poesía!” (C. de H., pag. 95)  En términos más actualizados, verían al poeta como maricón. La presencia pública de Owen era de un escrupuloso, puntilloso y recatado integrante de la empresa de Bessler, Waechter & Co. Ltd., agentes importadores, con quien pasó quince años antes de aceptar el cargo de gerente de la oficina de Juan McCall & Co., despachantes de aduana, en 1928.
En su muy cuidado tiempo libre, Owen era bibliófilo coleccionista de primera ediciones, seguidor de corrientes místicas, “Baconiano” (seguidor de Sir Francis Bacon, a quien algunos atribuyen autoría de la obra de William Shakespeare), gran maestre de la pequeña logia Beacon Lodge Sociedad Teosófica y Filosófica, y Duque de la Isla de Redonda, una corte ficticia creada por un novelista amigo en una remota roca. Pero también disfrutaba de los deportes, el remo en el Tigre Boat Club, y con amigos había fundado un club de boxeo.
Aunque pacifista declarado Owen trató de alistarse con las fuerzas británicas tanto en la primera como en la segunda guerra mundial. Fue rechazado una y otra vez.  Era ciego en un ojo, la visión perdida en un accidente en 1895, a los once años, cuando con su hermano Tom se divertían con un juego casero de química.  El próximo golpe que sufriría fue la muerte de su madre, Ellen, una maestra, que lo había cuidado hasta la recuperación de un ojo. Su padre, agente marítimo que en 1889 había traído la familia a Montevideo, primero, y luego a Buenos Aires, decidió mandar a su hijo menor a vivir con tías en Glasgow. En el Hillhead High School, en la ciudad escocesa, cursó la secundaria y, con lo que había sido la guía y el cuidado de su madre, amplió su vasta lectura. Al dejar la escuela trabajó en una empresa química, luego en una naviera, espacio que le dio el conocimiento para embarcarse como polizonte en un barco de regreso a Buenos Aires. A los 18 años en junio de 1902 reinició su vida en esta capital.  Regresó al Reino Unido y a Francia en tres ocasiones, 1920, 1924 y 1928, en una ocasión para encontrarse con su compañera, Beryl, y la hija de ella, que cursaba en Francia. Una de esas visitas tenía como objetivo reunirse con el entonces famoso guía místico, Georges Ivanovich Gurdjieff (1877-1949), buscando nueva información y experiencia.
Su vida afectiva no fue un éxito. Hubo un temprano romance terminado por orden paterna con una mujer a la que  se refiere como “Sylvia”. Luego, de rebote, Owen se casó con Lily Edith Turner, hija de un gerente del Ferrocarril Central en Rosario. Se casaron el 6 de junio de 1914, dos meses antes del inicio de la primera guerra mundial. Fue un enlace condenado al fracaso. Lily Edith era una mujer sociable, divertida, Owen era solitario y poco dado socialmente. Estuvieron juntos unas pocas semanas. Se separaron pero Owen le pagó una  “pensión” de por vida. En 1917, a los 33 años, Owen conoció a la mujer llamada Beryl. Escribió que había hallado la felicidad y ella sería su pareja hasta el fin de sus días en 1947.
Sus últimos años, enfermo, incapaz de seguir en la oficina, estaban llenos de proyectos y depresiones. Algunas veces desde su lecho en el hospital Británico dictaba sus traducciones a una secretaria, Diana de Marval, hija de su amigo. Vivía de sus ahorros y la asistencia de amigos y de su hermano Tom, quien vendía sus primeras ediciones para pagar deudas y mantener la casita que Owen había comprado en el suburbio de Martínez.
Murió el 24 de septiembre de 1953, en el hospital donde había sido internado en 1949. Sus cenizas fueron depositadas en el cementerio británico en Chacarita, donde lo recuerda una placa (*)  Un busto del escultor uruguayo José Luis Zorrilla de San Martín (1891-1975), hijo del autor de Tabaré, se halla en la biblioteca del Hillhead High School, en Glasgow.  En algún lugar de Buenos Aires, hay un busto de Owen por José Fioravanti (1896-1977).

* En el diario La Nación del 25 de octubre de 1953, y en la edición de La Prensa, del 24 de diciembre de 1960, se publicaron obituarios.
** Los originales de las traducciones de Walter Owen son conservados en el Museo Güiraldes de San Antonio de Areco, donde su directora, la Sra. Cynthia Smyth, y su equipo, Marián Ríos, Bibiana Bovetti, Patricia Lucero, Valeria Urruchua y Marcela Cigarelli, fueron muy amables en esta investigación.   También se agradece el apoyo de Doreen Dalrymple, secretaria administrativa del Hillhead High School, que rastreó numerosos documentos.

POETRY OF THE 1990s

Twenty Poets
from Argentina


Translated by Andrew Graham-Yooll *
Buenos Aires, 2003 / Redbeck Press, Bradford, England
This collection of poetry from Argentina is intended as a first volume in a series of South American poets in English translation. As with many personal ventures, this initial work owes its start more to chance than to serious planning.
The discussion as to why there was none did not last long but it prompted me to plan such an anthology.  After many years of friendship and occasional work with an acknowledged master of translation, Norman Thomas di Giovanni, who put into English a still unsurpassed version of the prose and poetry of Jorge Luis Borges (1899-86), I felt confident that I could translate the poetry of a varied group of poets:
Fabián Casas (Buenos Aires, 1965); Walter Cassara (Buenos Aires, 1971); Carolina Cazes (Buenos Aires, 1970); Washington Cucurto (Quilmes, 1973); Edgardo Dobry  (Rosario, 1962); Verónica Viola Fisher (Buenos Aires, 1974); Rodrigo Eduardo Galarza (Corrientes, 1972); Martín Gambarotta (Buenos Aires, 1968); Daniel García Helder (Rosario, 1961); Silvio Mattoni (Córdoba, 1969); Roxana Paez  (La Plata, 1962); Martín Prieto  (Rosario, 1961); Sergio Raimondi  (Bahía Blanca, 1968); Patricia Rodón  (Mendoza, 1961); Alejandro Rubio (Buenos Aires, 1967); Guillermo Saavedra  (Buenos Aires, 1960); Gabriela Saccone  (Rosario, 1961); Carlos Schilling  (Santa Fe/Córdoba, 1965);  Beatriz Vignoli  (Rosario, 1965); Laura Wittner  (Buenos Aires, 1967)  

One problem in the compilation and translation of a group of young(ish) poets is the risk that as they grow older they may lose their talent, abandon the genre, or be rejected or forgotten by readers. Obviously, I feel that the present selection is safe in that the twenty poets included here have a strong writing background, are still writing and publishing, and would appear to be determined to continue to do so. When the selection was started, it was decided that those to be translated would be aged forty or under (in the year 2000). But because the volume has taken three years to prepare, some of the poets are now well over that age.
There was not always full agreement between Samoilovich and me on whom to include. The guiding idea was to bring to notice in English the writing of a generation that came after Argentina’s last dictatorship. Apart from the arbitrary setting of an age limit, the poets to be included had to have at least one book published, and, by a whim of mine, had to be living in Argentina. Since then, at least three poets in the group have left Argentina to live abroad. Another aim, from the start, was to try to break out of Buenos Aires, and find good poets in the provinces, not always a simple task in a country where nearly fifty percent of the population lives in Greater Buenos Aires.  As it is, we have eight poets from the capital, followed by five from Rosario, Argentina’s third largest city.
There were people and styles that Daniel Samoilovich preferred and I disagreed with and by the same token he disliked some of my choices. But the end product reflects our agreements, and for his enthusiasm, as well as his wise reticence, I am also grateful. We have left out some good and promising poets in such a brief selection. This is inevitable when limits are set by printing costs and available funding. But we hope to return to them, and others, in editions planned for the future.
In the end, the reader will have to decide whether or not the choice is a good one and, if from it, a small window is opened on new writing in Argentina.

Andrew Graham-Yooll
Barracas, Buenos Aires, 2003.
* selected with Daniel Samoilovich, poeta y director de Diario de Poesía.

miércoles, 13 de junio de 2012

Señales - De la cultura y la sociedad

domingo 8 de abril                                 LA CAPITAL   -     ROSARIO   


Una selección de poesía
argentina, en inglés
por Osvaldo Aguirre 

Una cena hace más de diez años, y la decisión de publicar una nueva colección de poetas argentinos en inglés. Un libro que retomara el antecedente de la gran antología de William Shand (1971), que convocó a un centenar de poetas argentinos. Así comenzó la historia de Poesía argentina para el siglo XXI, una antología preparada por Andrew Graham-Yooll, con la colaboración de Daniel Samoilovich, que reúne textos en castellano e inglés de sesenta y seis poetas.

El recorrido se abre con Macedonio Fernández (1874-1952) y cierra con Verónica Viola Fisher (1974). La selección ofrece tanto nombres consagrados de la poesía argentina —Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, Juan L. Ortiz, Juan Gelman— como autores del interior del país (y de Buenos Aires) olvidados o poco difundidos. Entre estos pueden mencionarse los casos del mendocino Jorge Enrique Ramponi (1906-1977), del porteño Alberto Vanasco (1925-1993), nombre fundamental en la década del 60, y de Jorge Enrique Martí, nacido en Rosario en 1926 y residente en Colón, Entre Ríos. La poesía santafesina se halla notablemente representada, con la inclusión de Aldo Oliva, Hugo Padeletti, Marilyn Contardi, Concepción Bertone, Martín Prieto, Edgardo Dobry, D. G. Helder y Beatriz Vignoli, entre otros escritores.

Una traducción implica la posibilidad de multiplicar las lecturas. Entre las más inmediatas, podría mencionarse el extrañamiento que produce sobre el original. Basta recordar, por ejemplo, algunos versos del poema “Fábula de barrio”, de Aldo Oliva: “Un hombre joven, (EL PIANTAO/ lo llamaban en el barrio),/ matarife en un pulcro frigorífico del sur,/ cayó en el hábito de soñar). Y leer la traducción de Graham-Yooll: “A young man (the NUTCASE/ they called him on the street/ butcher in a neat slaughterhouse on the south side,/ fell into the habit of dreaming”.


martes, 5 de junio de 2012

Poetry has the power of mass communication

Buenos Aires Herald, 13 May 2012                                                       On Sunday


Afro-Scottish poet Jackie Kay

by Andrew Graham-Yooll                                                                                        
for the Herald

       One of the great moments of the annual Buenos Aires Book Fair is when it closed, last Monday.  The fuss was over, the crowds gone, and the end offered the chance to look back on what can be retained.  It happened that way with the Scottish poet, Jackie Kay, 51, whom the British Council brought to BA for the seventh International Festival of Poetry. The event gathered nearly forty poets from here and elsewhere.

I grew up fighting against poverty in Glasgow tenements, looking into my own city but also looking out at the world. In that way of looking poetry is a way of seeing. It’s a powerful medium because it is one of mass communication. People find it difficult to think of poetry that way.”  Her voice has a high pitch, rolled by her Glaswegian accent. Jackie Kay was born in Edinburgh to a Scottish mother and a Nigerian father, and was adopted at birth by a Scottish couple.  She teaches literature at Newcastle University, is a Fellow of the Royal Society of Literature, has published five books of poetry, five books for children and three novels.
She probably has something in that bit about mass coms, because at the Book Fair, after she had read the title poem of her latest selection, Darling (2007) a piece, “about a friend of mine who died.” It ends with a line that says, “The dead don’t go till you do, loved ones./ The dead are still here holding our hands.” And wherever she reads that poem people come up, some in tears, and say “thank you for that poem, and they tell me about a person that they have lost.”  At the Progreso Market, in Primera Junta, the Spanish translation read by actress Malena Solda, Kay started reading and did a little skip and a jump and morning shoppers and stall keepers  crowded around her to listen. Somebody at the back shouted, “Muy bueno”, amid the applause. She has something of an actress in her, very much in the style of the Scottish national bard, Robert Burns. “I could collect a whole book of stories. It may be that in a very short and intense way you can say something that is powerful and it reaches across to people.”
Robert Pinsky, the former US poet laureate, experimented with this a decade ago, when he called on people to express their feelings through poetry after the September 11 bombing.  He was overwhelmed by the result which confirmed to him that poetry kept a clear role as a literary channel. “For me, poetry does so many different things at once,” Kay said. “It interacts with the world in so many ways. There is poetry in music, in maths, in science, in the land… Poetry helps us to understand the world we live in, to get to know ourselves. I write to get to know myself and to understand others better. Walt Whitman has an oft-quoted line that says:’ I’m large, I contain multitudes’.”
Poetry contains multitudes and it is one of the ways to a clear mind.  It is a powerful way of bearing witness to things that we are not happy with or feel strongly about.  It is also about emotions, “recollected in tranquility”, as William Wordsworth said in his Lyrical Ballads (1800), where we marry experience, the intellect, with the abstract.  “We shouldn’t be thinking which of my poems should work here, in this country… One’s poems should automatically work in Buenos Aires wherever they came from.   I held a workshop with 160 senior students crammed into the one classroom with a capacity for fifty.  Poetry is multilingual if it can communicate in images and pictures.”
With the talk concentrated on her poetry and her Scottishness, it was time to ask Kay how African she felt?
I feel a mixture.  For a long time in my life I felt I had to choose, African or Scottish.  Now that I have reached the ripe age of fifty I feel that I can comfortably and happily be both.” By now she hasn’t much family left in Nigeria.  My family is the country. You do not have to be accepted by your father or your mother to have a sense of belonging.  I belong to Nigeria though my father disowned me. I realized I did not need  him. I describe my arrival at his house in my poem,Burying my African father”, in the collection, Fiere (2011).  I did find my brother, he was wonderful to me. So I have a family connection through him and my friends.  At one reading in Nigeria there were four hundred people on their feet and cheering, that kind of thing is quite moving.  I am quite naïve, sometimes. I once had to pelt down the corridor to my hotel room, followed by two Nigerian men, one shouting at the other, ‘Get your hands off her, she’s mine.  It was too much for the honest lesbian.”
I told her I felt very Anglo-Argentine: it is a privilege to belong to two cultures.
“Writing poetry makes you ask, not answer questions, but ask.  Poems open doors.  My aim as a poet is to be good on the page and on stage. I like performing. Some experiences come into my poetry and become part of my performance.  For example, during my reading at the Book Fair I told the story that when my son was a little boy he asked me,Mum, why are you always going to Poetry’. He thought Poetry was a place and I got on a bus or a plane and went to a place called Poetry.  Buenos Aires could be poetry.  Hence it can belong in more than one culture.  Poetry is an authentic place and should be seen as such. I don’t like the whiff of the workshop. There is something inherently democratic about poetry, and it should not be rarefied. Real poetry comes from real concerns.”

miércoles, 2 de mayo de 2012

Walter Owen

mayo 2012 - volumen LV - number 1    
The Bulletin Argentine Britih Community Council

Poet, anonymity to acclaim and back
by Andrew Graham-Yooll


            Argentina’s gaucho epic, the Martín Fierro, was published in China in 1984. It was translated into Mandarin by Zhao Zhenjiang, of the University of Beijing, and presented to then president Raúl Alfonsín when he visited China.  Zhao Zhenjiang visited Buenos Aires on November 6, 2011, and Clarín (15 November 2011, pag. 31.) made quite a fuss of him.  That’s justified, of course, but it felt just a little irksome that Walter Owen (1884-1953), poet, mystic and merchant, a Scot, may not be forgotten, but almost. He deserves more. He was, after all, the first translator of the Martín Fierro into English, published in London and New York in 1935, though he should also be remembered for his own classical poetry and novels. We all have something worth remembering.
You can Google Owen and reach A Guide to Supernatural Fiction. But there’s not much more. The best and relatively recent writing to be found on Owen is an article by the Scottish academic, John Walker, in the Buenos Aires Herald (6 August 1977) and, more extensive, there is an essay also by Walker, in one of those learned journals that nobody reads, the Latin American Literary Review (Vol. III Nº 5, 1974). It is about Owen and the art of translation of poetry, an excellent portrait of the man, his work and his literary theories. The biography written by the late Baroness Charlotte de Hartingh, Servitor on an Outer Plane, published by the Instituto Cultural Walter Owen in Buenos Aires in 1966, is hard to find.
            Walter Hubbard Owen was born July 14, 1884, in Glasgow, of a Scottish mother and a father of Welsh ancestry. Owen as a teenager trained in shipping in Glasgow, and in Buenos Aires business circles would be best known as a customs clearance expert.  Owen lived in Buenos Aires and latterly Martínez for most of his life, his most distant forays, apart from three visits to England and France, were to Tigre, where he rowed in the company of a faithful band of friends. His published literary works include four volumes of poetry (under the nom de plume of Gauthier de St Ouen, a “Frenchification” of Owen):  Amor Viri (1912), 50 sonnets; Aurora (1913), which included The Cosmic Song (1910), one poem dedicated to ill-fated air pioneer, Jorge Newbery, who was one of his good friends; Sonnets to Soldiers and Other Verses (1918); The Sonnets of G.S.O., published in the thirties.  But his greatest work, for which he is remembered, if at all, were the eight book-length translations of epic poems and history from Spanish classics. These he called his “transvernacularisations” (he refused to call them translations), published in a limited edition by Blackwell’s in Britain in 1935, and immediately after, in a full-commercial printing in the US: the Martín Fierro by José Hernández (1834-1886), is his best known and celebrated publication. This he followed with El Fausto (1886) by Estanislao del Campo (1834-1880) in 1943, which is described as weak by comparison with Fierro. Then came Don Juan Tenorio (1844) by Spaniard José Zorrilla y Moral (1817-1893); the Chilean epic La Araucana by Spaniard Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594) and the Uruguayan national poem  Tabaré, also in 1934,  by Juan Zorrilla de San Martín (1855-1931), published by Unesco, in 1956; the historical poem by Martín del Barco Centenera (1535-1602), La Argentina” and the Conquest of the River Plate (1602), published post mortem in 1965 by the Instituto Cultural Walter Owen, edited by Patrick Dudgeon;  next came the Chilean classic Arauco Domado  by Pedro de Oña (1570-1643), which he completed in his hospital bed five weeks before his death; and Narrative of the Expedition of Sir Francis Drake by Juan de Castellanos (1522-1607), published for the first time in Spanish in 1921. (Apologies for the accumulation of dates but they do give an idea of the remarkable volume of the man’s work.)
            The last three “transvernacularisations” were produced from his bed at the British Hospital, which he entered on 13 December 1949, never to leave until his death. The last two books were not published.  But all his work referred back to his first, Martín Fierro.  Of this work, he wrote, “A translation, especially of verse, in order to have any value as literature, should read like an original work. Clarity and ease are essential and they are worth purchasing at the price of a certain degree of verbal accuracy... A false note, a too unfamiliar image, a forced simile, the translation of a dead metaphor into a live one... a reference that is plain and immediately comprehensible in the original (but) is too obscure in the translation for the reader to grasp, any or all of these may be the result of a too faithful adherence to the text”. (John Walker, Latin American Literary Review)
For his “transvernacularisation” of the Martín Fierro, Owen developed a certain ceremony.  For a time he took rooms in the hotel off Plaza de Mayo where José Hernández was said to have written part of his epic (and he also took rooms at Bolivar 609, where the author of Tabaré had resided for a time).  The Martín Fierro required a degree of ceremony which would remain with Owen for years.  He built a rustic wooden desk and chair at which to work, he put aside his daytime office garb and donned a monk’s robe, and wrote by candle light with a quill pen, watched over by his cat, Dusky, who was ever-present on the work table and  in the writing, with shopping reminders in the margins such as, “liver for Dusky, Players 2pkts (cigarettes), Pinot white”, etc. There are quite a few references to the Players and the Pinot. Dusky died on May 20, 1933, the day after the translation was completed, an incident which had Owen searching for its mystical meaning. The poet’s hard slog is recorded in a “laborómetro” that details the daily progress of translation.  His notes describe his style in translation, some of his lines should be guidelines for present-day translators.  “…I have tried to present to English readers a version of (en epic) that reads like an original English poem, flavoured with the idiom and diction of the times, and free from the stilted style and un-English air that often makes translations of foreign poems irksome to minds appreciative of the beauties of our mother tongue.  It is obvious that if this object is to be attained, textual fidelity must be subordinated to ease, clarity, rhythm, harmony, tone, and the other elements of style.  We are interposing our own consciousness between the conceptual and the linguistic centres (…) and rewriting his poem as he would have written it if he had spoken English…” (Servitor…, page 186)
For weeks after publication of Martín Fierro in English, Owen was a kind of folk hero in Buenos Aires.  People would track him down at lunch in his regular restaurants and ask him for autographs in their copies of the book. Failing that, he had sign scraps of paper and even napkins.
All of Owen’s original writings and translations were aimed at helping to build “a bridge to better understanding between the peoples” of the world, an objective which he repeatedly used in descriptions given to one of his principal mentors, the former British ambassador, Sir Eugen Millington-Drake (1889-1972, well known in Buenos Aires for his lectures on the Battle of the River Plate in 1939 and in Montevideo for helping to fund out of pocket the start of the Pluna airline), and friends, including Courtenay Luck, one of the best known mystics in the British community in Buenos Aires, and brothers Luis and Juan Alejandro de Marval, among others.  Millington-Drake described the Martín Fierro translation as having “the raciness of an old Border ballad.”
Owen wrote one philosophical/historical treatise, The Ordeal of Christendom (Grant Richards, 1938), wherein he argues that “Christ is the only evolutionary factor in consciousness”, and two novels. His reputation as an author of supernatural fiction rests with these two novels.
Of these his most important fiction was, again, his first book The Cross of Carl, (published by Grant Richards, London, in 1931), written at one sitting in an evening in 1917 – this after his first extended hospitalization for a painful abdominal complaint.  It was accepted for publication in Britain the following year, but was stopped by the censor. It was seen as brutal, surrealistic and bleakly anti-war, too harsh for the immediate period following the Great War. It was finally published in London in 1931, and in the US by Little, Brown, and Company (Boston), also in 1931. It was described as a rhythmic fantasy in prose.
The “Carl” of the title is a foot soldier in the trenches of World War I. Mistaken for dead he is bundled off to a rendering plant for what we might now term recycling. The Cross of Carl was originally inspired by an element of anti-German newspaper propaganda and an alleged bi-location of personality brought upon the author through dosages of opium, though also influenced by his strong mystic beliefs. Owen’s biographer, Charlotte de Hartingh, says he, “took an intense interest in the stimulative effect that drugs effected over the creative faculties.” Rather cautiously, she says that, “He was by no means the first man of letters, nor the last, to be fascinated by those results… (he) has left a detailed description of his impressions while under the sway of opium…” Carl's nationality is never made wholly clear (though German is usually inferred, based upon source materials and several late-chapter hints). Thus the Cross of the title can be alternately read to mean the Iron Cross, the Victoria Cross, or both.  The Times Literary Supplement review, on 16 July 1931, called the book “A war allegory” that, “brings back the ugly side of war psychology; it is a description of one of the ‘corpse factories’ of legend – an unbearably ghastly description. ‘Sepulture’ is a description of how the dying Carl digs his own grave. ‘Resurrection’ ends the allegory on a note of mystical triumph. This record of what the author himself describes as “an abnormal pathological process” induced by the psychic perturbations of the War, is put forward in the belief that the experience may foreshadow some sort of development in the collective consciousness of mankind.” It was foresight, in a way, but of something more horrible, which would be the Nazi holocaust of World War II.
His other fiction, More Things in Heaven, published by Andrew Dakers (London, 1947), has a narrator (Owen) and a mystic adept named Merlin Alaska investigate a case of Spontaneous Human Combustion. The trail of clues, found in ancient documents, manuscripts and travelogues, leads to the discovery of a two-thousand year old Zoroastrian curse upon the descendants of Alexander the Great.  Really very modern stuff, if you pick up Umberto Eco’s, In the Name of the Rose.
Many of his poems, articles, and stories remain uncollected, having been published mainly in The Standard newspaper and some rare magazines and self-printed pamphlets. These were always signed G.S.O, or the full pen name, “lest he fall into disgrace in Buenos Aires business circles through writing poetry!” (Servitor…, p. 95) In blunt terms, the business community saw poetry as something for “pansies” in the jargon of that time. Owen was known publicly as a scrupulous, punctilious, member of the staff of Messrs. Bessler, Waechter  & Co. Ltd., import agents, and after fifteen years, as manager and model businessman at Juan McCall & Co., customs clearing agents, where he moved in 1928.  In his carefully managed spare time Owen was also a bibliophile, his biographer describes him as a mystic, and others see him as a Baconian (follower of Sir Francis Bacon – proponent of the methodical observation of facts, also said by some to have been the real author of Shakespeare’s writings), a Grand Master in the small Beacon Lodge Theosophist and Philosophical Society, and Duke of the Island of Redonda in the Caribbean Sea, a fictitious court created by a novelist of his acquaintance with a base on a remote rock.  He also enjoyed sports, rowing for the Tigre Boat Club and was the founder of a boxing club.
Though a pacifist of sorts he attempted to enlist for service on the British side during both World Wars. But he was blind in one eye lost in a childhood accident in 1895, aged 11, while playing with a home chemical set with his brother Tom.  In spite of this severe disability, he would later volunteer repeatedly for the two European wars, and was obviously rejected each time. His next blow was the death of his mother, Ellen, a teacher, who had nursed him through the recovery of sight in the remaining eye, died suddenly.  His father, a shipping agent, who in 1889  had brought the family to Montevideo, first, thence Buenos Aires, decided to send his youngest son to live with two aunts in Glasgow, there for his secondary studies at Hillhead High School. On leaving school he worked for a chemical company and later a shipping agent, which paved the way to stowing on a ship that took him back to Buenos Aires.  He was eighteen when he began life in earnest in Argentina in June 1902.  He seems to have returned to the United Kingdom, and once to France, on three quite secret visits, in 1920, 1924 and 1928, on one occasion to meet his girlfriend Beryl and her daughter, at school in southern France. One of those visits was in pursuit of the leading mystic of the time in Europe, Georges Ivanovich Gurdjieff (1877-1949).
His love life was not what you might call a success.  After early failure of an intense love with a woman only named as “Sylvia”,  apparently due to parental disapproval (she visited him briefly on his deathbed at the British Hospital), Owen was married on the rebound to Lily Edith Turner, daughter of a Central Argentine Railway officer.  The marriage on June 6, 1914, two months before the outbreak of war, was doomed from the start: they were totally different characters. She was a lively person intent on a busy social life. He a subdued, reclusive and solitary individual.  They were together for only a few weeks. Separation was followed by attempted reconciliations and failed reunions amid regular arguments. Owen provided for Edith financially all his life, but in 1917, aged 33, he met a woman named Beryl who became the partner he sought.  He said he had found happiness with her. They would be together up to her death in 1947. He became severely depressed.
His final years, ill and unable to work, seemed to have been filled with projects.  Sometimes he lay in bed on his side, dictating translations and correspondence to a secretary, Diana de Marval, the daughter of his friend. He lived on his savings and the help of friends, and of his brother Tom, whom he would ask to sell off his valuable first editions, kept at his last home in Martínez, to pay for expenses.
He died on September 24, 1953, in hospital, his ashes buried at the British cemetery in Chacarita, where a commemorative plaque was placed.  A bust by the Uruguayan sculptor José Luis Zorrilla de San Martín (1891-1975), son of the author of Tabaré, is in the Hillhead High School library, and in Buenos Aires there is one by José Fioravanti (1896-1977).
* Special thanks to Doreen Dalrymple, manager at Hillhead High School, Glasgow, for finding many documents relative to the life of Walter Owen.  With thanks to the director of the Güiraldes Museum, at San Antonio de Areco, Mrs Cynthia Smyth, and to her staff, Mariana Rios, Bibiana Bovetti, Patricia Lucero, Valeria Urruchúa, y Marcela Cigarelli. The originals of Owen’s Martín Fierro in English are held at the Museum.

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